viernes, 2 de marzo de 2012

ALGUNAS NOTAS ACERCA DE LA POESÍA CANARIA

POESÍA CANARIA 
Domingo Pérez Minik, a propósito de la lectura y edición del libro Desangre libelular anónimo, de Roberto Cabrera García, dijo que la poesía española contemporánea (y muy especialmente la insular) adolece de un cansancio muy acusativo consecuencia de una historia aburrida y atropellada que es fácil detectar por todos sitios (1). Se refiere a una poesía asentada en las fórmulas, muy por detrás de los movimientos renovadores que el propio Pérez Minik experimentó y, digamos, hasta cierto punto lideró. El sonetazo del movimiento garcilasista añadido al epigonismo modernista al que muchos poetas de las filas vanguardistas fueron sometidos y que otros acataron a rajatabla, y, sobre todo, la represión sin precedente en lo político y lo social son constantes que siempre se llevamos encima como si aún no nos hubiésemos sacado de encima tan pesada losa. Fue como si la vanguardia insular hubiese sido arrojada al fondo del mar con Domingo López Torres para que nunca más emergiera a la memoria colectiva.
Las palabras de nuestro ilustre y siempre presente crítico de Gaceta de Arte me parecen significativas, sobre todo si tenemos en cuenta que fueron escritas a principios de los ochenta del pasado siglo, en el momento que un grupo de jóvenes, entre ellos Roberto Cabrera, decían basta al marasmo cultural imperante. La poesía es una aventura, dijo Robert Duncan, como la vida misma y no puede quedarse en las mieles y en los ecos, sino que debe seguir avanzando. La palabra pagada de sí misma es la palabra muerta y fósil. Esa palabra que indaga y no teme caerse al abismo, la que encuentra su habitación del miedo y abre las ventanas a los sentidos, da lugar a una poética que niega la omnipotencia de los dioses cotidianos y muestra su orfandad de lo divino. El vellocino que añoran los dioses es la piel que a nosotros nos duele. Y produce placer. De ahí esa supuesta envidia ontológica: ser imperfectos y plenos al mismo tiempo. Y ser capaces de ver lo que nos rodea como el primer día de la creación. “Verlo” en las palabras que lo funden y lo fundan en ese ahí, del que habla José Carlos Cataño en su célebre poemario (2). Como diría el poeta Pedro García Cabrera: sin bien saberlo, haciéndolo bien (3).
Esta afirmación hace referencia a que la poesía va más allá de un simple oficio. No conozco ninguno cuyo centro motor sea la ingenuidad, lo cual tampoco significa ignorancia. Creo y afirmo que esa ingenuidad es la que mantiene el verdadero impulso creador independiente de cualquier tipo de determinismo endo y exocéntrico, y hace que la conciencia se libera para crear. Así vemos que el pensamiento de Pedro García Cabrera se mantuvo firme y consecuente, a pesar de los obstáculos y las fuerzas represivas que le cayeron encima. Consecuente por su carácter evolutivo y realmente vanguardista, capaz de dialogar con (y amparar a) todo un grupo de jóvenes poetas que por entonces empezaba a despuntar por nuestras islas. Unos con más conocimiento de la Preceptiva y otros no tanto, pero con un bagaje cultural inmenso, que tenían sed de expresión y veían sus eternos minutos deslizarse por las teclas de un piano como un haiku de Basho o una balada de Bob Dylan.
El propio Pérez Minik dice en 1987 que habría que andar con mucha cautela para no “salirnos de madre” (sic), hasta llegar a saber con precisión qué puesto tiene Gaceta de Arte en lo contemporáneo. Sin embargo, a pesar de todo, algunas ideas se mantuvieron vivas y no dejaron de funcionar. Son ideas que están ahí (las que él aprecia en los jóvenes escritores de entonces) para someterlas a proceso (4).
Se refiere el autor a un proceso evolutivo necesario y vitalizante, y a una desmitificación reveladora. Sabemos perfectamente que en Canarias, salvo honorables excepciones, suele ocurrir todo lo contrario. Siempre con el mito del buen salvaje y la isla de San Borondón a las espaldas, que tantas veces han deformado la realidad cultural y la han transformado en simple folclorismo localista. Los miembros del grupo de Gaceta sólo se dedicaron a difundir con serena alegria y difundir todo lo que ocurría en el mundo circundante, sobre todo el mundo extrapeninsular pero sin excluir su enclave dentro del Estado español. Por primera vez sin victimismo, sin aislamiento y con una visión y alejamiento crítico de las fórmulas metropolitanas. Movimientos artísticos sin excluír ninguno conocido y movimientos políticos como el marxismo pasaron por sus columnas sin ningún tipo de categorización; pero sí se pronunciaron contra cualquier tipo de alienación. Llamarlos abanderados de tal o cual idea sería deformar la realidad, caer en un mito falseador que dañaría todas nuestras referencias del pasado cultural y crearía una serie de hábitos que, a mi juicio, se están produciendo en estos momentos.
Daniel Bernal, joven poeta y crítico, dice que quizás haya que modificar el mismo concepto asociado a la vanguardia, pues la revolución intelectual y crítica no sólo supone un cambio de paradigmas, sino que acaso ese cambio de paradigma, aparte de devenir como desarrollo de una óptica distinta, deba replantear el lenguaje mismo en que se deba expresar (5).
La afirmación de Bernal coincide con la de Domingo Pérez Minik, en lo que concierne a la idea de no parcializar en géneros, materias, objetos sino aspirar a una heterogeneidad que a fin de cuentas enriquece lo parcial y amplía esa totalidad, haciendo del artista y, en este caso del escritor, lo que real y originariamente ha sido: un homo creator, creador en todos los aspectos de la vida y el pensamiento, creador de su propia incertidumbre y del asombro primigenio en su escritura. “¡Y Cuán lejos de esto estamos aún…!”- dice Nietzsche. Lo cierto es que éste, precisamente era el espíritu de Gaceta de Arte.
Jorge Rodríguez Padrón, a este respecto (6), habla de indagar en una escritura atlántica que construya una auténtica sugestión que impulse hacia lo nuevo. Así, el lenguaje salta en pedazos y solicita una sintaxis, un ritmo y, sobre todo, un acento diferentes. Una sintaxis que en poesía es semántica. He ahí la madre del cordero.
No conviene caer en la mitificación de un movimiento que, en Canarias, dio tan buenos frutos literarios. No conviene, si partimos de los mismos planteamientos de los que hicieron posible este resurgir, iconoclastas puros hacia todo aquello ya caduco incluyendo el sentido del arte y de la creación literaria y en muchos casos las relaciones humanas en la sociedad occidental. Tampoco, si tenemos en cuenta que este acontecimiento sin parangón hasta entonces, realmente, por mucho que intentaran ocultarlo o diezmarlo, es nuestro punto de referencia inmediato como escritores de estos lares atlánticos. Quedarse en un punto suspensivo es querer hacer sacerdotes a los que simplemente pretendieron ser humanos con toda la hondura y alcance que este término significa, en cuanto a creación artística y en cuanto a vitalismo. En este sentido, importante es sentirnos acompañados, vivir esos momentos de nuestra literatura y renovar ese entusiasmo de entonces. Y leerlos, y que de estas y otras lecturas aprendamos a ser consecuentes con nuestra propia expresión. Es el destino de la literatura, dentro y fuera de nuestros ámbitos geográficos y psicológicos.

@Antonio Arroyo Silva

POESÍA CANARIA antología
El porqué de una cita de Heidegger en POESÍA CANARIA (antología)

«Lo que dura, lo fundan los poetas»: es, como se sabe, un verso de Hölderlin que Heidegger comenta largamente en el ensayo sobre Hölderlin y la esencia de la poesía
Puede ser tomado como síntesis de la tesis heideggeriana sobre el carácter fundante, inaugural, que pertenece al arte de la palabra. El texto en que este verso hölderliniano es comentado forma parte de la producción del llamado «segundo Heidegger» (es, en efecto, un texto de 1936), de una fase de su filosofía en que él desarrolla especialmente la relación ser-lenguaje. Esta relación, que se anuncia de modo «escandaloso» en las famosas páginas de la Carta sobre el humanismo (1946) en la que Heidegger define al lenguaje como «la casa del ser» en el doble sentido, subjetivo y objetivo, del genitivo, tiene sus raíces en la elaboración del concepto de mundo en Sein und Zeit. En aquella obra, contra la idea corriente de que el mundo es la suma de los objetos encontrados en la experiencia, se propone la tesis de que el mundo está «antes» que las cosas individuales, en cuanto es el horizonte de retornos dentro del cual, solamente, algo puede tematizarse «como algo», como un ente determinado. Analizado más a fondo, el horizonte-contexto se revela no como una estructura de nexos entre cosas, sino como un sistema de significados. Que el ser-ahí tenga ya siempre, en cuanto existe, un mundo, no significa que de hecho él esté en relación actual con todas las cosas, sino que está familiarizado con un sistema de signos y de significados; podríamos decir, que dispone ya siempre de un lenguaje. Ser, para las cosas, significa en esta perspectiva pertenecer a una totalidad de retornos que es dada ante todo como sistema de significados. El sucesivo desarrollo de Heidegger sobre el tema del lenguaje, es decir, toda la elaboración que culmina en el escrito sobre el humanismo y luego en Unterwegs zur Sprache, puede considerarse rigurosamente coherente con estas premisas puestas en Sein und Zeit: el acontecer del ser se da en el lenguaje. La única novedad es que es abandonada -si es que alguna vez estuvo- toda perspectiva «humanística»; si el hombre es «proyecto arrojado» (Sein und Zeit), «quien arroja, en el proyecto, es el ser» (Ueber den Humanismus) y no el hombre. La relación del ser-ahí con el lenguaje, es más, en su típica estructura de dependencia recíproca (el hombre habla de lenguaje, pero es el lenguaje que «dispone» de él en cuanto condiciona y delimita sus posibilidades de experiencia), es el «lugar» donde se capta la relación del hombre con el ser, caracterizado también él por una dependencia recíproca. No se trata solamente de una analogía entre estas dos relaciones -hombre-lenguaje, hombre-ser-, ya que el ser no es otra cosa que su darse en el lenguaje; o también: el ser no es otra cosa que el darse del lenguaje. El evento, del ser y del lenguaje, es uno sólo.(...)

No es aquí el lugar de discutir si y hasta qué punto esta concepción de la poesía como evento «inaugural de un mundo histórico manifiesta un énfasis romántico; sobre esto podría objetarse, de todos modos, que semejante énfasis romántico no es exclusivo de Heidegger, ya que estéticas y poéticas contemporáneas están generalmente de acuerdo en reconocer en el lenguaje poético una más radical originalidad respecto del lenguaje cotidiano; esto también en las perspectivas más radicalmente formalistas o hasta estructurales. Pero lo que importa es que en esta teorización del alcance ontológicamente fundante del lenguaje poético, Heidegger proporciona la premisa para liberar la poesía de la esclavitud del referente, de su sujeción a un concepto puramente figurativo del signo que ha dominado la mentalidad de la tradición metafísico-representativa. De la asunción de la relación lenguaje-realidad como relación figurativa derivaba, en la estética tradicional, la necesidad de calificar luego específicamente el lenguaje poético en referencia a ciertos tipos de contenido (por ejemplo, las emociones) o a ciertos caracteres puramente formales (por ejemplo, el verso). Las poéticas del siglo XX se han liberado definitivamente de estas perspectivas; aunque rara vez han asumido explícitamente la posición ontológica de Heidegger, se han movido, no obstante, en una dirección que presupone el rechazo de la dependencia figurativa del lenguaje respecto de la cosa. Precisamente respecto de esta orientación general de las poéticas del siglo XX, y ante todo de las vanguardias históricas, Heidegger tiene el mérito de haber explicitado hasta el final las bases ontológicas de sus revoluciones, mostrando qué concepción del ser es preciso «adoptar» si se quiere verdaderamente salir de la mentalidad representativa de la metafísica.

@Gianni Vattimo


DESANGRE LIBELULAR
y la poesía augural de los 80 en Canarias


En la propuesta para una revisión crítica de la poesía canaria reciente, comienza Ernesto Suarez justificando este tipo de trabajos en la necesidad de poseer criterios de clasificación que posibiliten una interpretaciónglobal de la producción literaria insular. El autor se sale de pautas generacionales para centrarse en los límites de la actividad literaria insular y la condición periférica de la literatura canaria.
Para el primer aspecto reseñado se fija en los proyectos editoriales, revistas, páginas, etc. Afirma con todo ello que en los 80 se han gestado múltiples propuestas, Retórica del silencio, frente a poesía de la cotemplación literaria parecen ser las dos líneas que encuentra en esta etapa.  Dentro de esta última se hallaría una estética irracionalista y surreal y también un postculturalismo, una poética de la experiencia y de la imaginación de lo cotidiano.
En un ensayo que considera la poesía canaria de los 80, del académico Rafael Fernández publicado en La Gaceta de Canarias en enero de 1990, se corrobora que se produce en este tiempo de trancisión, una poesía de ruptura, también de pastiche y una retórica del silencio, y que es entonces cuando se inicia un proceso de refundación del espacio mítico y vivencial reconstruído con la palabra y el silencio. Por ello algunas características definitorias de esta etapa vendrán signadas según Fernández por: francotiradores que provienen de los 70,  y que practican una escritura simbólica de raíz netamente insular y de compromiso con un tiempo y espacio socio-histórico canario, herencia de las vanguardias históricas y que tendrá de tradición y objeto: la imagen como indagación, o como discurso irónico, coloquial y lúdico. A pesar de la falta de homogeneidad en estos poetas insulares, se observará  en ellos la fisicidad íntima de lo vivido, la soledad serenamente atemperada, el diálogo fabulado con los clásicos, la huella de la destrucción, lo diatríbico. La isla como ámbito de redefinición constante del discurso poético, como forma de diálogo del ser insular.
Lezama: “Si una poesía de alguno de los nuestros alcanzase tal tejido que mostrase en su esbeltez una realidad aun intocada, aunque deseosa de su encarnación, por tal motivo cobraría su tiempo histórico, recogeríamos claridades y agudezas que despertarían advertencias fieles. Pues el remolino de una imagen encarna al dominar la materia que se configura en símbolo”

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