jueves, 1 de marzo de 2012

CENSURA EN ACCION, por Eduardo Sanguinetti


CENSURA EN ACCION
EDUARDO SANGUINETTI - Filósofo(Pd.h, Cambridge , England)

Es mi deseo en esta nota señalar que los que tomamos la enorme responsabilidad de escribir en los medios gráficos tenemos que ser cada día más agudos, cada día más firmes y contestatarios, porque de lo contrario "el periodismo acabará muriendo, ya que está siendo invadido por las relaciones públicas, la banalidad, la mentira y la publicidad". Pienso que, sin lugar a dudas, conforme el periodismo se acerca más a todo lo que he manifestado, la presión para contar mentiras y censurarse es mayor.
Ustedes se preguntarán si esto tiene que ver con la censura y la libertad de prensa en Argentina. Y yo les tengo que contestar que una de las grandes presiones que está enfrentando la prensa argentina de hoy y, por lo tanto, una de las más notables posibilidades de censura, proviene del afán de solapar con noticias falaces, sin comprobación cierta, las grandes noticias que ansían ver la luz y son ocultadas por periodistas de conocida trayectoria.
Opino que tan peligrosos como los ataques frontales a los miembros de la prensa, ataques que a menudo provienen del poder político, empresarial e incluso de los mismos medios como un simulacro de disenso, pueden ser los intentos por imponernos una estética (si es que se le puede llamar así) que socava los cimientos del periodismo honesto y veraz, del periodismo que parece que es pasado
A los que nos atacan abiertamente los podemos identificar, denunciar, combatir. Pero hay otra amenaza de la que casi nadie habla, que es la presión, que a veces obliga a engendrar una censura que se activa automáticamente dentro de periodistas serios pero cobardes, en cuanto llega la hora de denunciar. Contra ésa es infinitamente más difícil defendernos. En la manera en que dichos hombres de prensa, que en Argentina tienen nombre y apellido, los "periodistas estrella" que sacrifican su lenguaje, sus ideas, su manera de percibir al mundo y definir las cosas, en aras de un estilo ligero y complaciente, nos hacen correr a nosotros, los que escribimos en la prensa diaria sin admitir presiones de ningún tipo, un enormísimo riesgo que bien mencioné hace años en mi libro "Final en Forma Ordenada": entregarle fáusticamente su profesión al entretenimiento, a la publicidad, a las relaciones públicas y a los negocios turbios.
A menudo leo notas periodísticas que resumen en candidez y estupidez lo que debería ser tratado en forma más seria pues se trata de la vida, firmadas por periodistas que considero profesionales de vasta experiencia. Entonces me pregunto: ¿cuándo tiraron la toalla, su sentido crítico, su noción del equilibrio y del balance de la noticia que intentan comunicar? En síntesis, ¿cuándo comenzaron a hacer concesiones empujados por presiones del miedo o simplemente se han vendido cual prostitutas?
Vivimos hoy en un país donde los periodistas son amenazados (Morales Solá es un claro ejemplo, y por qué no hablar de mis columnas o libros que ya no son ni un recuerdo), o sufren atentados de violencia. Hay gentes, grupos, estamentos, que obstaculizan la labor informativa, y que estoy en el deber de denunciar. Pero, por esta vez, quise enfocar este artículo de opinión hacia un problema poco discutido y hacia una "presión" que se perfila como implacable censora en los años venideros.
Queridos lectores, sé que las personas como yo, que intentamos comunicar las realidades, molestamos a quienes detentan el poder y no admiten réplicas ni denuncias a su accionar devenido en instancias que realmente provocan asco, y me refiero a las "pequeñas-grandes" corrupciones habituales que como paisaje recibimos los argentinos y que ya ni siquiera se cuestiona: miles de personas sin preparación usurpan puestos de importancia de nuestro Estado con la complicidad de quienes deben, pueden, desde las corporaciones económico-mediáticas denunicar, pero simplemente deviene silencio convirtiéndolos en cómplices de dichas aberraciones que afectan el Bien Común y, por supuesto, lo que denuncia La Declaración de los Derechos Humanos al referirse al buen oficio de gobernar sin Corrupción para todos y por todos.
Antes de que el periodismo muera, tenemos que reafirmarnos en la seriedad, siendo a la vez insumisos y rotundos; darle trascendencia a lo que es realmente trascendental para el país y para el mundo del cual formamos parte, combatiendo con una dialéctica clara y contundente para de ese modo desenmascarar y combatir a quienes malogran y envilecen todo lo que tiene de maravilloso, feliz y nítido la aventura humana. *

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