viernes, 19 de abril de 2013

POLÍTICOS BLINDADOS Juan Henríquez


POLÍTICOS BLINDADOS
Juan Henríquez

Necesitaría la página completa para enumerar los privilegios de los que gozan los políticos varados en el Congreso de los Diputados y Senado;  algunos parecen haber nacido en el hemiciclo, y además, allí están los mediocres y depredadores a la sombra del partido, para, ejerciendo de lameculos, garantizarse un puesto de salida en las listas electorales. No hablo de analfabetos, no. La mayoría posee título universitario; por eso cabe preguntarse: ¿por qué prefieren abandonar su profesión (médicos, abogados, ingenieros, catedrático-profesores, etc.) para dedicarse de por vida a la política? No quiero ofender, pero a mí me parece que hay algo más que el servicio público a los ciudadanos;  por ejemplo: las prerrogativas del poder, la inmunidad, lo mucho que se gana, y lo poco que se trabaja.
Primero, a la política se va de manera voluntaria; segundo, aceptan convertirse  en servidores públicos; y tercero, están sujetos al control y a la crítica popular. De otra parte, no entiendo el repetido discurso  de los propios políticos de que hay que pisar más la calle, y el contacto con la gente; y sin embargo,  se molestan porque los escraches se les acerquen a pedirles y exigirles el cumplimiento de sus obligaciones. Pero no, ellos prefieren alejarse de las injusticias sociales y cobijarse en el búnker institucional.
Algunos, entre ellos Felipe González, que cuánto más  viejo,  más gilipolla, se preguntan: “¿Por qué un niño tiene que aguantar presión en la puerta de su casa?”. Don Felipe, y especies de la misma calaña, supongo que puedo responder  a su pregunta con otra de mayor enjundia inhumana y perversa: “¿Por qué los escraches policiales tienen que asaltar una casa entrando por el balcón para echar a un niño  por desahucio?”.
Y la última lindeza sobre los escraches es de la fascista del PP, Cospedal, que los califica de “nazismo puro”, que les recuerda a los años previos al 36; qué raro: ¿y por qué no a la dictadura franquista?  Escuchen ambos: ¡escraches somos todos/as

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