martes, 25 de junio de 2013

LA CORTE DE LOS MILAGROS

LA CORTE DE LOS

 MILAGROS


Eduardo Sanguinetti - Filósofo Rioplatense

La Corte Suprema de Justicia de la República Argentina, al pronunciarse en contra de la elección popular de los jueces que integran el Consejo de la Magistratura, calificándola de inconstitucional, accionó como una entidad que representa los intereses de las corporaciones monolíticas, que accionan, como es su costumbre, en detrimento del pueblo que conforma la nación.

En un encendido discurso, el mismo día del pronunciamiento de la Corte de los “milagros”, la presidente Cristina Fernández admitió que las leyes de la reforma “van a acarrear algunos problemas”, pero aseguró: “Estoy dispuesta a enfrentar todo lo que venga, con tal de dejar un país mejor, donde sus tres poderes sean absolutamente democráticos y abiertos al pueblo, y sobre todas las cosas, independiente de las grandes corporaciones.”

Pareciera que todo viene funcionando de maravillas para los personeros del régimen ultraliberal, con la anuencia de una Corte de los Milagros, que además de pronunciarse en contra de la elección popular de los jueces, puede sumársele la demora en expedirse acerca de la indispensable Ley de Medios (un derecho humano). Una Corte que se presenta abiertamente opositora al ejecutivo, al que le debe su actual conformación, en el año 2003.

Esta condensación del poderío permite reinar desde un “club ultraliberal” cada vez más autógeno, capaz de existir por sus propios elementos, sin recursos exteriores, dedicado a sus juegos y apuestas que desembocan en sus caprichos, en sí mismas, abandonando a la gran mayoría de la comunidad a una vasta tierra de nadie.

Si la ley es el límite, la legitimación a favor de las burguesías oligarcas y corporacionistas excede abundantemente a la propia ley; son la coartada de la ley, su límite ilimitado.

Los organismos e instituciones del poder económico y financiero son perfectos para transmitir y hacer aplicar los decretos “no escritos” del régimen ultraliberal dominante, e intentar obligar al gobierno a obedecer sus consignas, en detrimento de la Constitución y el estado de derecho vigente.

Han implantado sus principios, fines y reglas en nuestra región a territorios adaptados a sus deseos, neutralizando las leyes que los estorban y cuya aplicación es de urgencia, como la ley de despenalización del aborto en Uruguay, que debe asimilarse a los caprichos de la clase dominante, que llama a un estúpido plebiscito para redundar en una instancia que no reviste el más mínimo análisis, pues esta ley debe estar ya vigente, pues ha sido aprobada en mayoría y responde a la necesidad de decenas de miles de mujeres, y de la población que en conciencia y deber ser, no duda en su aplicación inmediata.

Es hora de demostrar que no nos dejamos engañar, que estamos hartos de tanto atropello a las mayorías que han elegido, en democracia, con su voto, a sus representantes legítimos. Con todo, la sociedad sobrevive: agredida, herida, humillada, a veces mutilada, pero aún activa y despierta, en acto, para desobedecer al destino adverso que le programan los poderosos corporacionistas y sus cómplices, entre los que se cuentan, conformando su tejido genocida: periodistas, legisladores, políticos, profesionales de todo tipo y cariz, farándula, sindicalistas, uniformados… y la lista se extiende hasta terminar con el último de los infelices que conspiran, a pleno sol, contra el destino de un pueblo conformado por hombres y mujeres de todas las edades y tendencias, aguardando existir en un mundo donde sean actores de sus vidas, en una misma sociedad, donde la dignidad, hoy ausente, tenga un sitio de privilegio.

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