martes, 1 de octubre de 2013

CULTURA, RESPONSABILIDAD ILIMITADA

CULTURA, RESPONSABILIDAD ILIMITADA

Eduardo Sanguinetti


Un proceso revolucionario socialista jamás puede legitimarse ante la historia de una nación si no modifica la estructura cultural del orden que se pretende suplantar, luego de haberlo efectivizado en lo económico, aboliendo la propiedad privada como está planteada en el sistema capitalista vigente.

Esta frase la asimilo de manera puntual y sin miramientos, ni medias tintas, a lo que ha ocurrido en nuestras naciones ante la ausencia de una política cultural definida, que deja en manos de burguesías estúpidas y monopolios económico-mediáticos y sus escribas rentados, la escritura de la historia y el acontecer de la denominada “cultura nacional” con su epidérmica y frívola clientela.

Pero no nos engañemos: repensar Argentina y Uruguay significa entablar un diálogo con la “falsa modestia”: sin problemas espectaculares, sin causas apasionantes, los diversos sectores de la ¿cultura? parecen definitivamente arreglados, sumergidos en una fase de indefinido, satisfecho estancamiento.

Aunque ahora bastan unos diez años para individualizar como más simples y vulgares las características del nuevo “sistema” que se ha venido soldando en este milenio: una negligente autocomplacencia de los recién llegados de espacios farandulescos, un calculado aprovechamiento comercial y capitalista a ultranza, de “maneras” y “manías” que resultan “simpáticas”, una desmesurada avidez de alabanzas sistemáticas de los que conforman el espectáculo insano y mediocre de las prostituidas culturas del Río de la Plata, devenidas de las tendencias prostibularias del imperio. ¿Con qué finalidad? Una cobarde y oportunista intolerancia frente a cualquier manifestación original, en todas las expresiones que conforman la cultura o del disentimiento crítico sustentable, con apoyo teórico idóneo, que presente el “peligro” de una discusión seria, de volver a poner en juego algunos valores.

Una irritada malevolencia de los mercaderes de la cultura, ajenos a todo lo que desde el origen ha construido la historia de la cultura y el riesgo que implica hacerlo. Mercaderes que bajo la máscara de fundaciones, ONG y demás artilugios, saben hacer buenos dividendos en el degradado mundo de la cultura de nuestros días, con la enorme hueste de mediocres operadores a sueldo, siempre al servicio de la causa del lavado y de arrodillarse ante el altar del capital. Mercaderes de la sub-cultura que condena a la comunidad, con anuencia de la clase política, a ser penetrados por productos biodegradables y a perderse en el juego de alusiones y alejarse para siempre de la creación estimulada, propuesta por los “talentos”, hoy exiliados del mundo de la cultura, quienes adelantan, bajo cualquier forma, ideas, estímulos o propuestas de carácter artístico, aún no comercializados.

El núcleo sustancial y esencial de este “drama” es construir desde la educación una cultura de excelencia, desde la universidad, los colegios públicos y centros culturales, reflejados en un profesorado que garantice con idoneidad, capacidad y rigurosidad, ante la emergencia del instante, a un estudiantado dinámico y con ánimos de sentar las bases de una política de autodeterminación y emancipación cultural.

Una política cultural que, conjuntamente con una política de salud para todo el pueblo, son prioridades que no admiten discusión alguna, y deberían ser la primera acción de un gobierno socialista, nacional y popular, de modo de proporcionar a los pueblos de Argentina y de Uruguay las armas intelectuales y económicas para lograr su definitiva independencia.

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