miércoles, 20 de noviembre de 2013

¿QUIÉN (O QUÉ) MATÓ A YASSER ARAFAT?

¿QUIÉN (O QUÉ) MATÓ A YASSER ARAFAT?

POR EGON FRIEDLER

La gente tiene una memoria muy frágil. Solo así se explica que en las informaciones de prensa sobre las nuevas acusaciones acerca del presunto asesinato de Yasser Arafat nadie recuerde que Suha Arafat se negó a permitir, poco después de la muerte de su marido en noviembre de 2004, a que se haga la autopsia del cadáver.

Del mismo modo parecen haberse borrado de la memoria colectiva las escandalosas negociaciones de la viuda con la Autoridad Palestina respecto al destino del dinero “administrado” por el líder fallecido en nombre del pueblo palestino.

Sin embargo, hay excepciones. Una de ellas es curiosamente el “Guardian” británico, un diario que en general tiene una actitud pro-palestina y anti-israelí. El periodista Clayton Swisher escribe en un artículo del 8 de noviembre, titulado sugestivamente “Yasser Arafat, una farsa en Ramalla”: “La Autoridad Palestina formó una comisión para examinar las circunstancias de su muerte inmediatamente después de su deceso. Pero luego hubo varios cambios de liderazgo, acusaciones sin pruebas contra Israel, pero ningún examen forense. Según correspondencia obtenida por Al Jazira, el doctor palestino a cargo del caso Abdullah Bashir escribió una sola carta a las autoridades del hospital francés en el que murió Arafat en el año 2009. El hospital respondió que toda la información médica había sido entregada a su viuda, Suha Arafat y a su sobrino Nasser Kidwa”.

Más adelante, el periodista británico explica las curiosas circunstancias que impidieron la realización de una autopsia cuando finalmente Suha Arafat cambió de idea al respecto. “Nadie parecía interesado en la exhumación de Arafat. A la Autoridad Palestina no le gustaba el hecho de que Suha buscara la jurisdicción francesa. Prefería al Consejo de Seguridad, una curiosa elección si se tiene en cuenta que este cuerpo nunca aprobó una resolución a favor de los palestinos. La Autoridad Palestina asimismo pidió a la Liga Árabe que investigue, una propuesta sin la menor chance de obtener resultados prácticos. Pero cuando el gobierno francés pidió acceso al cuerpo de Arafat, chocó con el lío laberíntico que había tratado de evitar durante años. Fue la Autoridad Palestina que se negó a autorizar una autopsia que casi seguramente hubiera podido resolver el misterio hace años”.

Por todo esto, no es de extrañar que en enero de este año, dos periodistas británicos, Matthew Kalman y Matt Rees, publicaran un breve libro digital titulado provocativamente “El asesinato de Yasser Arafat”. A juicio de los autores Arafat habría sido asesinado, quizás por medio de polonio. Pero los principales sospechosos de su muerte y del encubrimiento posterior son personas del entorno de Arafat. Significativamente, las personas más cercanas a Arafat tales como su guardaespaldas y su médico personal fueron alejadas del líder en los meses anteriores a su muerte. Fathi Shabaneh, el hombre de la Autoridad Palestina que dirigió la primera investigación sobre la muerte de Arafat, dijo a los autores que le gustaría formular algunas “preguntas duras” a algunos de los líderes de la Autoridad Palestina.

Para explicar la mecánica del liderazgo de Arafat, Kallman y Rees cuentan el caso de Adnan Shahine, un palestino ejecutado sumariamente en una calle de Belén en diciembre por subordinados de Arafat, con el objetivo de intimidar a potenciales colaboradores de Israel. El mismo Shahine era inocente, pero el juego de Arafat era sembrar la desconfianza entre su propia gente. El clima conspirativo era asfixiante.

Los autores no mencionan un culpable por carecer de pruebas, pero dan nombres de varios líderes que podrían haber estado interesados en la muerte del líder. En los primeros lugares en la lista figuran Mohamed Dahlan, el exjefe de las fuerzas de seguridad de Arafat en Gaza y el propio Presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, que fue designado Primer Ministro en el año 2003 por presión norteamericana, pero renunció a los 100 días quejándose de que Arafat saboteaba sistemáticamente su gestión.

Aunque el tema central del libro es todo lo que rodeó la muerte de Arafat, Kallman y Rees ofrecen un panorama sumamente interesante y poco conocido de la política interna palestina. Por ejemplo, ellos consideran que la segunda Intifada no tuvo como fin matar israelíes sino que fue más que nada un conflicto de poder entre líderes. Los más débiles tenían interés en destruir el proceso de paz que se suponía daría poder, dinero e influencia a sus rivales.

Por supuesto, el libro no es la última palabra sobre el tema. Tampoco debe excluirse la posibilidad de que sus autores estén equivocados y que tengan razón los que creen que murió de sida, de cirrosis no alcohólica o de varias patologías acumuladas.

Teniendo en cuenta las actitudes de la Autoridad Palestina en el último tiempo, cabe suponer que seguirá agitando el tema como bandera política mientras crea que le pueda dar algún rédito. Pero muy probablemente la verdad nunca saldrá a la luz.

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