domingo, 23 de marzo de 2014

LA FIESTA DE LOS LADRONES



LA FIESTA DE LOS
 LADRONES
RAFAEL NARBONA



Las políticas neoliberales son actos de guerra contra la clase trabajadora. No se trata de fórmulas económicas orientadas a racionalizar el gasto público y estimular el crecimiento, sino de agresiones progresivas y largamente planificadas para liquidar los derechos laborales, políticos y sociales. El Comité de Expertos dirigido por Manuel Lagares Calvo, antiguo inspector de Hacienda y ex catedrático de Hacienda Pública de la Universidad de Alcalá de Henares, ha propuesto una reforma tributaria que contempla la subida del IVA del agua y los alimentos, una significativa reducción de los salarios y unas tablas impositivas que menoscaban el ya maltrecho principio de progresividad fiscal. Lagares elaboró el Programa de Saneamiento y Reforma que sirvió de base negociadora en los Pactos de la Moncloa. Los pactos de la Moncloa se celebraron como una prueba de concordia entre la patronal y los trabajadores, pero en realidad los “comités de empresa” significaron el fin del modelo asambleario. Al votar cada cuatro años y escoger unos representantes que negociaran directamente con la empresa, los trabajadores renunciaron a su fuerza colectiva, limitando su lucha al marco de las reivindicaciones sectoriales. Sólo la CNT se negó a suscribir un acuerdo que desactivaría el movimiento sindical y abriría las puertas a un modelo social regulado por los intereses de la banca y la patronal. La España parlamentaria y democrática se incorporó desde el primer momento a la rebelión de los ricos contra los avances del mundo del trabajo, aprobando brutales reconversiones industriales y favoreciendo la especulación inmobiliaria y financiera.

Manuel Lagares, que ha ocupado puestos de consejero en Telefónica, Campsa, El Mundo y Mapfre y ha ejercido como Presidente de la Comisión para la Reforma del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas en 1998 y 2002, posee una larga experiencia en reformas tributarias y siempre ha actuado conforme a los intereses de las elites financieras y empresariales. El ex Decano del Colegio de Economistas de Madrid presume de independencia y libertad, pero sus sugerencias siempre apuntan contra el bienestar de los asalariados. Cuando el pasado 6 de marzo de 2014 entregó las conclusiones de la Comisión de Expertos a Cristóbal Montoro, Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, afirmó que sus 125 propuestas, que sugerían 270 modificaciones de los impuestos y cotizaciones sociales, sólo pretendían realizar “el mejor servicio a nuestro país”. Ese servicio consistiría en subir el tipo reducido del IVA del 10% al 21%, excluyendo de esta medida tan sólo a los servicios turísticos, el transporte público y el mercado inmobiliario. El incremento del 11% afectaría al agua y los alimentos elaborados. El pan, la harina panificable, la leche, las frutas, las verduras, las hortalizas, las legumbres, los tubérculos y los cereales sin tratar se librarían de esta subida, pero no la carne y el pescado. Los expertos o sabios afirman que esta distinción obedece al propósito de no perjudicar a “los segmentos de población económicamente más vulnerables”. En un país con un escandaloso porcentaje de niños malnutridos incrementar el precio de la carne y el pescado constituye una verdadera infamia. De acuerdo con los datos de Unicef, la tasa de pobreza infantil en España se sitúa en torno al 27’2%. “Podemos decir que en España hay niños que pasan hambre”, sostiene José Manuel Ramírez, presidente de la Asociación de Directores y Gerentes de Servicios Sociales. Ramírez deplora la decisión del gobierno de Rajoy de recortar un 65% el presupuesto en la Red Básica de Alimentos. “Todas las personas que nos dedicamos a los servicios sociales podemos contar casos de niños que viven situaciones de hambre real, no metafórico”, apunta Ramírez, que acusa al gobierno de cinismo e insensibilidad: “No se puede hacer una política canalla y luego utilizar eufemismos para maquillar u ocultar lo que está pasando. Es como si en mitad de una epidemia despiden a todos los médicos”. El pediatra Jesús Martínez señala que muchos padres calman el hambre de sus hijos con una bolsa de Cheetos: “Cuesta 0’30 euros y [con eso] tienen la tripa tranquila durante un rato a base de grasa y malos cereales que sacian, al estilo de los trabajadores bolivianos que mascan hoja de coca para adormecer tripas hambrientas”. Otro pediatra, que omite su identidad para proteger la confidencialidad de sus pacientes, asegura: “En los niños se nota que están más delgados, con índices de masa corporal más baja que hace unos años”. En los comedores escolares, hay una buena dieta, pero el menú cuesta 4 euros, es decir, unos 80 euros al mes, una cantidad que supera los recursos de muchas familias, con todos sus miembros en paro y, en muchos casos, sin ninguna clase de subsidios. El número de parados sin prestación supera los dos millones, un 40% de ese ejército de reserva industrial que ha pasado de la precariedad a la exclusión social.

En medio de este panorama, Lagares y sus sabios –tal vez sería mejor llamarles “Nueve hombres sin piedad”- proponen reducir los siete tramos impositivos a sólo cuatro, bajando la tributación máxima del 52% al 45% y la mínima del 24’7% al 20%. Esta reforma resta progresividad a los impuestos, pues los saltos entre tramos se distancian y, consecuentemente, se incrementan las cargas de las rentas intermedias. No se trata de una novedad, pues desde el primer gobierno de Felipe González se subió el tipo más bajo (un 5% más para las rentas más bajas) y se redujo el más alto (un 12’51% menos). La propuesta de los sabios rebajaría el tipo máximo al nivel más bajo de la historia reciente. Al mismo tiempo, los sabios piden “una nueva distribución de la carga entre empresarios y trabajadores”, señalando que las empresas soportan una carga excesiva en concepto de cotizaciones sociales. Esto significa gravar las nóminas con un impuesto que recortará los salarios y librará a los empresarios de gastos. En la misma línea, se pide una rebaja del Impuesto de Sociedades, que debería pasar del 30% actual al 25% y, a medio plazo, descender hasta el 20%. Esta rebaja es inadmisible, si se repara en que las empresas del IBEX 35, con unos beneficios de 90.000 millones de euros en 2011, sólo pagaron 4.000 millones en concepto de impuestos. Es decir, un 5%. No se equivoca Vicenç Navarro cuando afirma que los paraísos fiscales no están en lugares exóticos, sino en el centro de la actividad financiera de la UE, que cada vez se parece más al modelo económico norteamericano, profundamente desigual e insolidario. De hecho, además de plantear la supresión del impuesto de Patrimonio, se propone reducir las cotizaciones en los empleos peor pagados y de peor calidad. Se aduce que es una buena fórmula para crear empleo, algo que necesita el PP para no sufrir un descalabro en las europeas y en las generales. Es evidente que la orgía neoliberal o fiesta de los ladrones aplica la misma estrategia en toda la UE, logrando que en 2011 –según datos del Eurostat- el número de ciudadanos pobres llegara a los 120 millones. Ser pobre significa vivir con menos del 60% de la renta media disponible en cada país. En España, el umbral se halla en 15.445 euros para una familia de dos adultos y dos menores. Estar por debajo de ese umbral conlleva graves problemas para pagar la calefacción, el alquiler o comer carne dos veces en semana. Si se mantiene esta tendencia, en 2025 el número de pobres crecería hasta los 145 millones. No todos pierden, pues año tras año las personas más ricas aumentan su patrimonio. En 2011, el 10% más rico se llevó el 24% de los ingresos de la UE, mientras el 10% más pobre sólo se benefició de un raquítico 3%. Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía y ex economista jefe del Banco Mundial, no es un radical, pero considera que las políticas neoliberales garantizan un porvenir sombrío: “La austeridad solo ha conseguido paralizar el crecimiento de Europa, con decepcionantes mejoras en las balanzas fiscales en todos los casos. Y lo que es peor, la austeridad contribuye al aumento de las desigualdades que harán que esta situación de fragilidad económica perdure, exacerbando innecesariamente el sufrimiento de las personas en situación de desempleo y pobreza durante muchos años”.



Los efectos de las políticas neoliberales ya se aprecian en la próspera Alemania, donde uno de cada cuatro trabajadores desempeña un empleo temporal o a tiempo parcial, según el Informe Social de 2013 publicado por la Oficina Federal de Estadística y elaborado conjuntamente con el Centro de Investigaciones Sociales de Berlín y el Centro Federal de Formación Política. “Nunca antes ha habido tantos trabajadores en el país y, sin embargo, cada vez hay más gente en riesgo de pobreza”, afirma el informe. En Alemania, hay 41’5 millones de personas empleadas, la mayor cifra de su historia, pero el volumen total de trabajo es inferior a 1991. Esto se debe a que “cada vez hay más personas que trabajan, voluntaria o involuntariamente, a tiempo parcial”. Los más afectados son las mujeres (33%), los jóvenes menores de 24 años (33%) y las personas sin cualificación (37%). En 2011, se consideraba pobres a los que percibían salarios inferiores a 980 euros. El riesgo de pobreza se ha incrementado hasta el 20% entre las personas con edades comprendidas entre los 55 y los 64 años. La esperanza de vida es once años menor para los hombres nacidos en los estratos sociales con rentas más bajas. Actualmente, se considera que el porcentaje de pobreza afecta al 15’2% de la población, pero en algunas regiones sube hasta el 24%. Es un porcentaje semejante al de Estados Unidos, con 50 millones de pobres y unas condiciones de explotación laboral semejantes a las que ya se han impuesto en la UE, con el pretexto de la crisis. En 1998, la periodista norteamericana Barbara Ehrenreich trabajó como camarera, empleada doméstica y dependienta en Florida, Maine y Minnesota, cobrando el salario mínimo. Su experiencia inspiró un libro, que en España se publicó con el título Por cuatro duros: cómo (no) apañárselas en Estados Unidos. En esas fechas, el salario mínimo retribuía la hora trabajada con algo menos de seis euros, pero el alquiler de una habitación costaba casi nueve. ¿Cómo era posible vivir con esos ingresos? ¿Cómo vivían esos trabajadores? Las conclusiones fueron demoledoras. Vivir en esas condiciones implicaba perder la identidad (“no eres nadie”), recorrer grandes distancias a diario (los alquileres no son baratos en las ciudades y hay que refugiarse en la periferia), no poder ahorrar, alimentarse deficientemente, sufrir problemas de salud (particularmente graves en un país con una sanidad pública ínfima y excluyente), padecer una ansiedad crónica por el riesgo de perder el empleo y caer en la indigencia y, lo que no es menos grave, carecer de tiempo para unas relaciones familiares normales y un ocio enriquecedor. Barbara Ehrenreich se preguntó por qué estas personas no se rebelaban, pues la mayoría se mostraban sumisas y propensas a delatar a sus propios compañeros, alineándose incomprensiblemente con la empresa que les explotaba. Cualquier gesto de protesta se identifica con la subversión comunista, un verdadero tabú en Estados Unidos. El fracaso, en cambio, se interioriza como una prueba de escasa valía personal. En el país de las grandes oportunidades, el trabajador pobre se responsabiliza a sí mismo de su infortunio y no al sistema.

La identificación entre comunismo y fascismo ha causado un daño terrible, pues ha despojado a los trabajadores de una poderosa herramienta al servicio de su dignidad y emancipación. El comunismo introdujo la noción de lucha de clases y la necesidad de combatir al capitalismo para construir un porvenir basado en la igualdad y la solidaridad. Hannah Arendt y otros intelectuales establecieron una analogía aberrante entre el genocidio nazi y la revolución comunista. Desde luego, su símil cosechó un indiscutible éxito, contribuyendo a la definitiva alienación de la clase trabajadora. Barbara Ehrenreich apuntó que sólo el conocimiento podría liberar a los trabajadores pobres, condenados a una existencia de servidumbre. El marxismo es conocimiento y por eso contiene un enorme potencial transformador. De ahí que se le haya atacado inmisericordemente. Plumas como Isaiah Berlin, Karl Popper, George Orwell (socialista, a pesar de sus dicterios anticomunistas) o el deleznable Vargas Llosa han empleado la mentira y la manipulación para desacreditar el legado marxista. Por el contrario, han ensalzado la economía de mercado, sin ocultar su desprecio por las clases más humildes. Pienso que Manuel Lagares y sus sabios son verdaderos criminales, pues sus ideas agravan la miseria y el hambre de los sectores más desfavorecidos. Las políticas de austeridad matan, pues acortan la esperanza de vida y acentúan los problemas de malnutrición. Cuando se aplican a escala planetaria, desencadenan hambrunas, guerras y masacres. La putrefacta Audiencia Nacional jamás juzgará a estos criminales, verdaderos apologistas del terrorismo económico, pues está demasiado ocupada empapelando a Pablo Hasél o Alba González Camacho, una joven de 21 años que lanzó cuatro improperios en Twitter, descargando la rabia de una generación sin otras alternativas que el paro, la explotación laboral o la inmigración. ¿Cuándo acabará la orgía neoliberal? No creo que en los proyectos reformistas, pues estimo que no es posible acabar con la fiesta de los ladrones, sin salir del euro, la UE y la OTAN, tres de los pilares esenciales del capitalismo. La UE es el títere de Estados Unidos. En lo político, lo económico y lo ideológico. De ahí que la sociedad europea y la norteamericana cada vez se parezcan más. Las Marchas por la Dignidad que convergerán en Madrid el próximo 22 de marzo encarnan la voluntad de resistencia del pueblo trabajador, pero es improbable que logren resucitar el espíritu del Madrid de 1936. En esas fechas, Antonio Machado escribió unos versos memorables: “¡Madrid, Madrid; qué bien tu nombre suena /, rompeolas de todas las Españas! / La tierra se desgarra, el cielo truena / tú sonríes con plomo en las entrañas”. Me temo que las grandes movilizaciones –el 15M, las mares blancas, verdes, rojas- sólo han servido para crear conciencia política, pero no han cambiado nada esencial. La Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) han frenado desahucios, pero los bancos siguen echando a la gente a la calle. De hecho, los desahucios se aceleraron en la primera mitad del 2013, pese a las protestas sociales. El poeta no se equivocaba al hablar de “plomo en las entrañas”. El neoliberalismo no cederá su cetro por las buenas. Desgraciadamente, los verdaderos cambios sociales no se gestan con reformas, sino con rupturas. Ya no hay que hablar de desobediencia, sino de resistencia. Las protestas contra la Troika en Bilbao o la revuelta de Gamonal son un buen ejemplo de coraje y dignidad. De momento, busquemos la inspiración en los poetas, pues tal vez algún día los magistrados de la Audiencia Nacional lean a Antonio Machado, Valle-Inclán o Bergamín y ordenen secuestrar sus obras, acusándoles de apología del terrorismo. No está de más recordar el verso de otro poeta insurgente: “La poesía es un arma cargada de futuro”. Las palabras de Gabriel Celaya aún conservan su pálpito de rebeldía y esperanza.

RAFAEL NARBONA
El artículo “Un comité de sabios para avalar la subida del IVA del agua, bajar los sueldos y aumentar la desigualdad tributaria” (17-03-14) escrito por el Equipo de Redacción de Voces de Pradillo me ha ayudado a elaborar este texto, proporcionándome información y un riguroso análisis de las propuestas del Comité de Expertos presidido por Manuel Lagares.
 

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