jueves, 30 de octubre de 2014

RICOS Y POBRES TIENEN "CARA B".


RICOS Y POBRES TIENEN "CARA B".

ESCRITO POR  PATROCINIO NAVARRO

La riqueza externa es a la riqueza interna como la baratija a la joya. La riqueza externa se necesita cuando el mundo interior se empobrece de tal modo que sólo se puede brillar con joyas. Por eso los ricos brillan tanto exteriormente. Por dentro están secos como un leño viejo.
          
De todos es conocida la famosa frase: “Siempre habrá ricos y pobres”. ¿Será verdad? ¿Estaremos predestinados por alguna maldición bíblica o social  a esta división cada vez más acentuada entre ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres? Aceptar que esto no puede cambiar es la primera condición para que no cambie y por tanto para que se perpetúe la injusticia social, pues al  afirmar muchas veces en todas partes y por muchas personas esta especie de mantra “siempre habrá ricos y pobres”,  se convierte en una fuerza energética que tiende a realizarse. Así que los poderes públicos y mediáticos favorecen este mantra que tanto les beneficia, con el resultado de que los pobres se resignan con su pobreza mientras los ricos jamás se conforman con lo que tienen. Resignación y avaricia son entonces los dos polos sociales corrientes, y esto está tan asentado en la vida cotidiana de las gentes que ni siquiera las organizaciones sociales y políticas de los pobres, de  los trabajadores   y de las clases medias, se plantean terminar con esa doble polaridad, sino mitigar un poco las diferencias para que no sean demasiado hirientes.

Hasta el Vaticano, que debería ser un ejemplo en este sentido, es una organización riquísima dirigida por señores de vida principesca. Esta Iglesia mantiene en su propio seno enormes diferencias sociales entre los cardenales, obispos y curas obligados a vivir como funcionarios de tercera clase que cobran por sus rezos para llegar a fin de mes, lo cual es  doblemente escandaloso. Sin embargo, si le preguntamos a un católico o a un protestante, le parecerá normal que exista esa división en el seno de la Iglesia, porque dirán que al fin y al cabo no tiene la misma responsabilidad un papa o un cardenal que un cura de aldea, y además “siempre ha sido así”, con lo cual vienen a reforzar el mantra de la división social que los dirigentes eclesiásticos respaldan frotándose las manos antes de extenderlas de nuevo para seguir recibiendo, recibiendo de los gobiernos, recibiendo de otros ricos, de despistados con mala conciencia  que quieren salvar su alma regalando sus bienes a la Institución. Recibir sin medida  es su lema, y no por casualidad el lema de los ricos normales y corrientes. Esto conlleva no solo una enorme responsabilidad para las conciencias de todos ellos, que tendrán que dar cuenta de sus riquezas, sino que dan apariencia de normalidad a lo que es profundamente inmoral e injusto,  pero una persona con espíritu crítico no cae en esa trampa y pregunta:   ¿cómo se puede aceptar como normal esa doble polaridad en que se asienta el mundo y creer natural  ese tremendo malentendido divulgado por la educación de los ricos civiles o religiosos? Esto ha alejado de las Iglesias a miles de creyentes en Dios, pues ¿acaso Jesús no vivió en la pobreza y trabajó con sus manos? Pero estos señores no son cristianos, algo tan devastador para ellos como para un rico hacerse comunista.

Muchas personas deslumbradas por el materialismo de los dirigentes del mundo y por la insana educación recibida sobre los verdaderos valores de la vida, viven en la creencia de que la felicidad es el bienestar material, y que el dinero es la moneda de cambio para conseguir su propósito. Contra esto, sin embargo, existe un dicho popular que dice:"Era un hombre tan pobre, tan pobre, que sólo tenía dinero".
Si los ricos fuesen felices por el hecho de serlo, pocos sufrirían por depresiones, alcoholismo y otras adicciones autodestructivas que provocan alteraciones graves de sus emociones, de sus conductas sociales y de sus vidas familiares.
La riqueza externa es a la riqueza interna como la baratija a la joya. La riqueza externa se necesita cuando el mundo interior se empobrece de tal modo que sólo se puede brillar con joyas. Por eso los ricos brillan tanto exteriormente. Por  dentro están secos como un leño viejo.
En el universo existe una estricta justicia, y muchos de los pobres que hoy vemos fueron ya ricos en otras existencias y no aprendieron que quien posee más medios es sólo un administrador, y no un dueño, y que quien recibe está obligado a dar, pues esa es la ley: dar y recibir. Como ejemplo, observa tu propio corazón: sístole y diástole= da y recibe la sangre que nos alimenta.

Quien da desinteresadamente siempre acaba por recibir aún más de lo que da, y nunca será pobre, dice Cristo. Por el contrario, quien sólo desea recibir y todo lo que hace es con esa intención, acabará en la pobreza. Eso lo dice Cristo, pero pocos de los que se autoproclaman cristianos se lo toman en serio. Del  Sermón de la Montaña, al referirse Jesús a los pobres, aclara que los pobres y bienaventurados son los que no desean ser ricos. Por tanto podemos deducir que no les admiran ni les imitan, ni explotan a sus semejantes,  ni poseen nada que tenga como consecuencia hacer daño a otras personas o a la madre Tierra.

Por tanto, y como conclusión, los pobres solo desaparecerán cuando cada uno deje de ambicionar la riqueza, lo cual solo puede suceder mediante la evolución espiritual, por más que muchos ideólogos sociales crean que la guerra de clases o las luchas sociales son la solución. Externamente pueden mitigar el problema, pero solo se podrá solucionar cuando el nivel de conciencia de la mayoría acepte la pobreza en el sentido del Sermón de la Montaña, en el sentido de no querer ser ricos externamente, sino ricos internamente, ricos de  espíritu.

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