lunes, 20 de abril de 2015

RATO Y LA PIEZA QUE FALTA EN EL PUZLE

RATO Y LA PIEZA QUE FALTA EN EL PUZLE

¿Se imaginan llegar de visita el domingo a casa de la abuela y encontrar que, de la pared de la que colgaban las fotos de la primera comunión de todos los nietos, ahora cuelgan de repente láminas con grafitis de Banksy y un póster del cantante de Lori Meyers? ¿Y esto, abuela? Nada, ¿qué pasa? ¿¡Cómo que qué pasa, abuela!?
Un cambio de paisaje similar hemos vivido en el caso de la detención de Rodrigo Rato. Un Gobierno y un partido de gobierno que nos tienen acostumbrados a esperpentos como la destrucción del disco duro del ordenador de Bárcenas. Un Gobierno que niega que haya nada podrido en la nevera cuando los vecinos del bloque llaman al timbre quejándose del mal olor que viene de dentro. Un Gobierno que ha hecho de maniobrar para apartar a jueces incómodos una práctica cotidiana, se levanta un buen día y decide echarse a las espaldas, mediante la Agencia Tributaria, la detención de, ni más ni menos, su exministro y compañero Rodrigo Rato. Todo esto ante las cámaras y en horario prime time. Y a un mes de las elecciones. ¿Y esto, abuela? Nada, ¿qué pasa? ¿¡Cómo que qué pasa!?
La detención de Rodrigo Rato la impulsa la Agencia Tributaria, dependiente del Ministerio de Hacienda de Montoro. Rato es detenido en una actuación nada ortodoxa en la que Hacienda se salta a la Fiscalía Anticorrupción, órgano competente en este tipo de asuntos. Se le detiene para ponerlo en libertad horas después en el seno de una investigación que había empezado hacía tres años, cuando Rodrigo Rato blanqueó dinero mediante la amnistía fiscal impulsada por los mismos que ayer impulsaron la fotografía del político, banquero y compañero entrando al coche policial con la mano de un agente sobre su cabeza.
Algo es seguro. Nada de lo que ayer pasó fue consecuencia de la senda natural de la justicia, a la que el PP presume de no haber cortado el paso a pesar de ser Rodrigo Rato Uno De Los Nuestros. Lo de ayer es una acción dirigida y medida, un disparo en el que vemos el impacto de la bala pero no la azotea desde la que se dispara el rifle. Tras la mano que se posa sobre la cabeza del exministro al entrar al coche, tras la presencia de periodistas ante su despacho antes de que llegaran los propios agentes de Aduanas, tras esa foto que le puso ayer a Rodrigo Rato el sello de cadáver político, se esconde una pieza de un puzle que no somos capaces de entender aún y que probablemente sea la pieza fundamental para comprender ante qué estamos.
Perdidos en este presente que no entendemos, sólo podemos mirar hacia atrás y hacia adelante. Mirando atrás nos encontramos a un fiel compañero, referente político y económico cuyo prestigio o desprestigio van de la mano del prestigio o desprestigio de su partido y al que su partido ha empujado hacia el abismo. Mirando hacia adelante nos encontramos un futuro juicio que deja en migajas las acusaciones que hoy recaen sobre Rato. Un juicio en el que cuando Rato sea preguntado por Bankia, él responderá que una obra de tal magnitud no la hace un hombre solo.
Si somos malpensados, el vicesecretario general del PP, González Pons daba sin quererlo una pista fundamental, alejándose del habitual argumentario de enrocamiento que marcan los cánones: “La detención de Rato le hace muchísimo daño al PP. Es estrafalario pensar que al PP le viene bien la detención de Rato”. La detención que hemos propiciado, le faltó añadir.

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