miércoles, 16 de septiembre de 2015

“LA OTRA HISTORIA”

“LA OTRA HISTORIA”

Por Eduardo Sanguinetti, 
Filósofo Rioplatense
Es imperativo otorgar al relato de la historia, una nueva significación, que se conecte con la necesidad de encontrar respuestas a un presente ficcionalizado, confuso y conflictivo.

Hechos y personajes nefastos e incapaces, en funciones de poder político, social y cultural, serían desmitificados, desenmascarados, desentronizados, por comunidades hartas, a través de redes sociales, pues las macrocorporaciones económico-mediáticas solo toman epidérmicamente y con cobardía inocultable las corruptelas cometidas, amparados por una justicia ausente, en desfavor de los indigentes, hambreados y excluidos de la historia de los pueblos.

Desde esta columna de opinión, propongo escribir “la otra historia”, la de los vencidos, sometidos, silenciados… construir lo “real”, a través del discurso de seres concretos y exiliados de la vida de las naciones: y dicho discurso, accionaría como una usina de producir realidades, una fábrica de relatos.

A modo de testimonio escrito, escribo estas palabras, nutridas de estremecimiento: un ‘acto de vida’, en desfavor ‘del montaje de la historia’ que configura un pasado perentorio, oportunista, innecesario, falaz y sobre todo simulado hasta el hartazgo, por los intentos de dar legitimidad a la ficcionalización de la historia, de ‘nuestra historia’, muy incómoda quizás, fraguada en el fogón de los discursos reduccionistas, de las ideologías de ocasión, presentes en los autodenominados historiadores rentados por el poder omnímodo, conformado por un grupo de funcionarios que intentan, sin pudor ni resistencia de un pueblo anestesiado, inmortalizar acontecimientos que jamás ocurrieron.

Michel Foucault en su “Genealogía del Racismo” da un marco discursivo al respecto: “La creación de un ministerio de historia, del gran depósito de archivos (…), representa un intento de disciplinar el saber histórico. El poder necesita reducir a disciplina los saberes históricos y establecer así un saber histórico de Estado”(p.153). De este modo, asistiremos en un futuro cercano, cuando el ‘presente sea historia’, a un bestial enfrentamiento “entre la historia disciplinada por el Estado, contenido de una enseñanza oficial, y la otra historia, ligada con las luchas, como sujetos en lucha”.

Suturando esta noticia, que será historia, con imágenes del “silencioso” Scioli, cual ejemplo demasiado válido, plasmadas en miles de afiches, que empapelan Buenos Aires en estos días, deviene una sensación de hastío en situación kafkiana, desde un ángulo desconocido, pues ya no guardo la esperanza de que se pueda construir una existencia coherente a partir de una ficción que el poder peronista-kirchnerista-menemista, etc., nos obliga a transitar, con decretos que pretenden fundar una ‘historiola’ argentina, condenada a imaginar un pasado fabulado y determinado por un grupo de escritores amateurs, con trayectoria dibujada en Hollywood o Lumiton.

Llamo a transparentar y accionar, además de la ‘boutade’ de cómo hacer la historia, sobre urgencias reales: Argentina hoy solo es paisaje, un destino exótico para turistas de todas las latitudes, para invertir y consumir, con índices de mortalidad infantil enormes, enfermedades endémicas, millones de hectáreas de soja fumigadas con veneno en desmedro de la salud de los habitantes de la tierra, junto con una densidad de un habitante y medio por kilómetro cuadrado, en todo el territorio nacional; nada ha cambiado desde hace dos siglos. Transitamos un presente, señores lectores, que será historia y que debe ser tratado con las ‘urgencias de un recién nacido’.

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