lunes, 30 de noviembre de 2015

CUESTIÓN DE FALTA DE PRODUCTIVIDAD

CUESTIÓN DE FALTA DE PRODUCTIVIDAD
   Guillermo de Jorge(Escritor)
Lo primero que debe de hacer una persona que se precie es tener valores morales. Unos principios inquebrantables por los que debe de poner toda la carne en el asador a la hora de tomar decisiones y donde uno debe de dejar claro que sin un referente moral o ético no somos absolutamente nada.

Nunca he creído en la suerte. Un hombre tiene lo que se merece, pero más aún lo que ha trabajado o lo que se ha sacrificado, pero sobre todo: un hombre tiene lo que ha sabido defender.

La cultura de austeridad, en donde nos hemos embarcado, nos ha llevado a una histeria colectiva del ahorro sofocante, de la mutilación de derechos básicos como la sanidad o la educación y a un sospechoso “todo vale para salir de la crisis”.

En mi modesta opinión, uno de los objetivos para luchar contra la crisis es sin duda la productividad. Los funcionarios deben de ser los primeros en tomar esas medidas. Está claro que ante la incapacidad de contratar a más personal para la administración, los que ya están en su puesto de trabajo, deben de ampliar horas con menos personal –como debe de hacer un hombre sensato sabedor de que es un privilegiado ante tanta calamidad y ante tanto despropósito-. Pero también deberíamos de preguntarnos, por qué en un país de casi cincuenta millones de personas existen más políticos que policías, médicos y bomberos juntos. Quizás, una medida factible sería entonces recortar los consistorios con poblaciones reducidas y formar instituciones municipales más grandes y eficientes, con la disminución consiguiente del sobrecoste de cargos públicos.

Otras de las medidas para potenciar la productividad laboral sería la eliminación del la jornada partida. Si un trabajador tuviese jornada continuada por la mañana, éste tendría a partir de las cuatro o de las cinco de la tarde la posibilidad de conciliar la vida familiar, tendría más tiempo libre y por lo tanto más tiempo de ocio –por lo que podría dedicarse a hacer uso de los  servicios y de la hostelería, con la reactivación pertinente de las actividades; y, además de lo anterior, también descansaría más, con la consiguiente mejora en la productividad.  

A veces, desde los estamentos sociales más elementales, como es el caso del que subscribe estas torpes y angulosas líneas, las cosas nos parecen mucho más fáciles –recordad que todo español lleva un político y un entrenador de fútbol dentro-, pero es inevitable opinar e intentar aportar críticas constructivas, que a lo ultimo es de lo que se trata.

Así pues, tenemos a un trabajador eficiente, contento y sin necesidad de amarrarse aún más el pantalón –aún no se ha visto a nadie apretarse el cinturón y bajarse los pantalones al mismo tiempo-, y de la felicidad de él es de lo que se trata, supongo yo, porque al fin y al cabo, quien llena las fábricas y da sentido a los productos es el trabajador, que desde los albores de la historia fue el primero que se invento y, después de él, llegó todo eso que se llama industria e incluso clases sociales.

Pero todo esto sería imposible de alcanzar, sino tuviésemos una educación en donde se inculcase el compromiso del ciudadano con la sociedad a la que pertenece y que estimulase sus irremediables ganas de ser participe en todos aquellos asuntos que atañen a la patria en donde ha sido concebido.

Guillermo de Jorge

                                                                                                                    Escritor

POEMAS DE JUAN RAMON JIMENEZ

VIDA Y LIBERTAD
¡Ésta es mi vida, la de arriba,
la de la pura brisa,
la del pájaro último,
la de las cimas de oro de lo oscuro!
¡Ésta es mi libertad, oler la rosa,
cortar el agua fría con mi mano loca,
desnudar la arboleda,
cogerle al sol su luz eterna!
Juan Ramón Jiménez
España

NO ME TIENTA LA GLORIA
¡Ésta es mi vida, la de arriba,
la de la pura brisa,
la del pájaro último,
la de las cimas de oro de lo oscuro!
¡Ésta es mi libertad, oler la rosa,
cortar el agua fría con mi mano loca,
desnudar la arboleda,
cogerle al sol su luz eterna!
Juan Ramón Jiménez
España

NO ME TIENTA LA GLORIA
El viento se ha llevado las nubes de tristeza;
el verdor del jardín es un fresco tesoro;
los pájaros han vuelto detrás de la belleza
y del ocaso gris surge un vergel de oro.
¡Inflámame, poniente:  hazme perfume y llama;
—¡que mi corazón sea igual que tú, poniente!—;
descubre en mí lo eterno, lo que arde, lo que ama,
…y el viento del olvido se lleve lo doliente!
Juan Ramón Jiménez
España

LA INSONORIDAD DEL VÁSTAGO(TEATRO)

LA INSONORIDAD DEL VÁSTAGO(TEATRO)

DUNIA SÁNCHEZ


LA INSONORIDAD DEL VÁSTAGO

INTRODUCCIÓN:
El sórdido estruendo es eco agonizante para aquellas almas donde el hombre es depredador de la conciencia, de los sueños de libertad.
Tierras lejanas donde se mezcla las tinieblas y la pólvora en los rostros. El cielo se dibuja cenizo, el astro rey solo alumbra tragedias. Solo el rojizo de unas ciénagas donde los cuerpos ambulan entre amputaciones, demacraciones, atormentados salvajemente para el resto de sus vidas. Ahí se encuentra un niño combatiente y un anciano entre las ruinas de un viejo muro.


1º parte
Un niño con fusil en mano descubre al anciano. Apunta con su fusil al anciano. El lo mira, no tiene temor.

Anciano:
¿Qué pasa? Por qué tú que estás en las primaveras de la vida me apuntas. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Sabes lo que haces?

Niño:
(No deja de apuntar. Su rostro se baña en sudor)
Yo. Valiente luchador entrenado por un general solo soy arma cuyo objeto es la muerte. Tú muerte. ¡Mi condición es la muerte y tú condición es la muerte¡

Anciano:
¿Vas a caso a matar más mi vejez? No ves que ya soy viejo y que mucho no me queda. Dime, joven ¿haces sólo lo que dicen tus superiores ¿

Niño:
Educado para matar para la victoria de mi pueblo. Sí, te voy a matar si no eres de mi parte. Mis superiores lo dictan y yo soy promesa.

Anciano:
Qué rectitud la tuya. Quien te ha engañado niño.

Niño:
No soy un niño. Soy soldado estúpido.

Anciano:
Das pena. No sabes nada de la niñez, de tu niñez. Se ha ido por culpa de unos cerebros malignos. Han hecho de ti un corazón de roca.

Niño:
Soy roca y dinamitas. Un campo de minas para los enemigos. Sin perdón, sin indulgencia, sin caridad a los enemigos de nuestro pueblo.

Anciano:
Qué lástima. Te han amortajado en vida. Tus sentimientos se han eclipsado. Te han hurtado tus alas rosáceas de la niñez. Dime ¿Cuántos años tienes?
Niño:
Y a ti que te importa. Para llevar un arma no importa la edad.

Anciano:
Eres muy joven aunque andas hipnotizado por esos malditos ¡Deja esa arma¡

Niño:
Soy joven y soy hombre. Tus sienes van a estallar. Esto se está prolongando demasiado.

Anciano:
Me vas a matar ya. Me vas a arrebatar así el alba que se avecina.

Niño:
¡Sí¡ Eres enemigo. ¡Baja la cabeza¡

Anciano:
Yo no soy tu enemigo. Ellos son tus enemigos. Esos que te dirigen y han quemado tus decisiones. ¡Esta absurda sangre¡ ¿Cuándo parará? Solo hay cuerpos arrojados a acantilados donde buitres vienen en busca de más y más.

Niño:
Si no eres mi enemigo. ¿Quién eres?

Anciano:
Alguien igual que tu. Sangre de tu sangre en esta desterrada parte del mundo. Ahora eres solo objeto y no persona. ¡Me duele tanto¡ Tus superiores no más que te han inundado de un futuro inútil para luches ciego. Eres la mirada de la muerte y al mismo tiempo estás en primera línea para saborearla. Se aprovechan de ti.

Niño:
Levántate. Responde a mi pregunta. ¿Qué haces en medio de la lucha?

Anciano:
Acaso, ¿eres ciego? No tengo piernas y mis manos están tan agotadas que solo esperan mi último suspiro. La muerte. Esa muerte que tan amiga eres.

Niño:
Aquí donde estás nadie te matará, entre estas ruinas. Estás bien atrincherado.
(Baja el fusil)

Anciano:
Tú me viste. Otros igual que tú me pueden descubrir.

Niño:
Te vi porque iba a esconderme aquí para atacar, para disparar a todo embustero que se cruzará en mi camino.



Anciano:
Dime, ¿Cómo te llamas? No escuches las ordenes que manejan tu cerebro y acompáñame.

Niño:

Me siento porque mis piernas se sienten cansadas. Aunque ello es falta de valor y por esto seré castigado si se enteran.

Anciano:
¿Es falto de valor el agotamiento? Una bala menos no implica una batalla ganada. No gana el más descabellado sino el más inteligente. No gana el más atroz sino aquel que con su paz vuelca a los corazones.

Niño:
Nosotros somos inteligentes. Inteligentes y valientes. Por ello triunfaremos. Hay que extinguir al enemigo y ello con la paz es absurdo.

Anciano:
Eres un niño. Un niño pequeño y débil. Tus enemigos son fuertes, altos, robustos.

Niño:
Soy un hombre. No me digas que soy un niño. Cuando lucho soy como ellos o más.

Anciano:
Eres alto por estar educado en la mentira. ¿Ves esta piedra?

Niño:
Sí.

Anciano:
¿Ves esta otra?

Niño:

Anciano:
Se diferencia que una es más grande que otra. Tú eres la pequeña. Mira como la grande aplasta a la pequeña.

Niño:
Yo soy la grande.

Anciano:
La grande es tu jefe. Tú para tu jefe no eres nada solo una ametralladora al encuentro de la muerte.

Niño:
No. No es así. El nos quiere. Nos promete un mañana mejor sin esos intrusos. Ellos manchan nuestra sangre.

Anciano:
¡Mentira¡ Todo es mentira. Solo por tu superiores corretea la venganza y por ustedes. Ay ustedes…Eres tan vulnerable, tan inocente. El os hace sordos, ciegos a la realidad.

(El anciano pone su brazo sobre el hombro del niño, quiere transmitirle toda la calidez que el lleva dentro)

Niño:
Siento tu aliento en mi cuello.

Anciano:
¿Te molesta?

Niño:
No. No. Solo es una sensación extraña. No podría explicártelo.

Anciano:
¿Cálida?

Niño:
¿Qué es cálida?

Anciano:
¡Cálida¡ Es el abrazo del amigo. El contacto humeante que da calor para el crecimiento del espíritu. Es el amor ¿Qué sientes?

Niño:
No sé. Nunca me ha atrapado la palabra cálida.

Anciano:
Acaso, ¿nunca te han abrazado?

Niño:
No señor.

Anciano:
Solo has recibido latigazos. No sabes nada del amor.

Niño:
He oído hablar del amor. No crea que soy tan tonto. El amor con una mujer para que nazcan otros como yo para combatir por nuestros ideales.

Anciano:
Grises rejas aprisionan tu cerebro. El amor no es engendrar. El amor es la palabra, la calidez, la ternura.

Niño:
No te entiendo.

Anciano:
La palabra es la compresión al unísono que circula de tu alma hacía el ser amado. Yo con ella te respeto. Tú con ella me respetas a mí. Con ella se entona el sufrir, la alegría y todas las virtudes humanas.

Niño:
Tu palabra es rara. No hay lucha. Solo calma de una noche cuando no somos esculpir de las bombas.

Anciano:
La amistad entrelaza a las palabras suaves, comprensivas, atentas y justas. Con la amistad puedes mezclarse en un paraíso donde las estrellas y tu conciencia son tus únicas guías. Confía en ella. Confía en mí. Te ayudaré con ella a salir de esta penuria. ¡Esta asquerosa agonía de los hombres y mujeres¡ ¡Ay¡ Yo soy amigo tuyo si tu me dejas. Si tu me dejas te enseñaré un mundo nuevo. Un mundo donde las palabras y la amistad circulan como aves libres, libres…
(En medio de un bombardeo parado transcurre entre ambos el silencio. El anciano pone una mano sobre el hombro del niño)

Niño:
¡Tus palabras¡ Me dan confianza. Es como un imán que me aparta de mi mundo, de mi lucha.

Anciano:
La ternura es la melodía de los pájaros, son las palabras del corazón, en el tacto de mi mano con tu mano, es la acogida de mi ser en tu ser, es la cima del amor que puede ser de tus padres, de tus amigos…

Niño:

Tú eres ternura conmigo. Tú eres calidez conmigo. Tú deseas mi amistad y yo te concedo mi palabra. Estoy confuso pero hay algo que me dice que eres amigo, que eres hermano aunque no se muy bien el significado de esas palabras.

Anciano:
Me alegro de comiences a confiar en mi. Es la calidez y la ternura con una pequeña dosis de amor lo que te convence de mí.

Niño:
Soy duda sabes. Es como si me hicieras estar en dos bandos: entre la guerra matando a todo intruso o ser combatiente de la tranquilidad, de la paz.

Anciano:
Sonríe niño. No has soltado sonrisa desde que estamos hablando. Se ha ido de ti o nunca ha existido. No has amado ni te han amado. No has sentido el alboroto de la hierba cuando sopla el viento jugar contigo. Solo unas tinieblas sonámbulas buscando el diseminar de tu cuerpo por un campo de rosas enlutadas. Solo cadavéricas arboledas de espinas abriendo tu ser más y más hacia el odio.

Niño:
Por lo que me dices es que he estado toda mi vida engañado.

Anciano:
Si hijo.

Niño:
Te entiendo pero se me es difícil.

Anciano:
Porque duermes en un sueño que no es el tuyo.

Niño:
Dormir bajo incendios
Retumbar febril del lamento
A un aliado de la masacre.
Brota el fluir de la sangre de mi cerebro.
Pesadilla infiel de todos los nocturnos.
¡Gritos que asustan¡
Aunque yo intento ser tapia
A ese gemir tormentoso.
Su muerte se aproxima
Y yo intento cegar mis lágrimas.
Su cuerpo es ruina
Y yo intento despertarlo.
Su rostro es fosa
Y yo intento olvidarlo
Mi mejor compañero ha muerto
Bajo la inclemencia de la lucha
¡Ha muerto¡
¡Ha muerto¡
Y nadie lo hará revivir de nuevo.
Sus ojos me rajan, me rajan
Me avisa a mí también
Del fin de mis días
Y lo deseo
¡Lo deseo¡
Como medio del olvido.

Anciano:
(el anciano cuidadosamente se levanta de su posición y le hace unas señas al niño)
Vamos a mi casa.

Niño:
¿Al refugio?

Anciano:
No. A las fueras de este torbellino mortal.

Niño:
¿A dónde ¿
Anciano:
Yo se de un pasadizo que nos aleja de todo esto. Ayúdame y llegaremos.




ACTOII
(Ya han atravesado el pasadizo el niño y el anciano. Ahora se encuentra en una vivienda subterránea que resulta ser cómoda y acogedora. Es amplia, iluminada por candelabros.)

El niño:
(con asombro)
¿Es esta tu casa?

Anciano:
(Se sienta sobre una alfombra que ocupa toda la vivienda e invita al niño a sentarse)
Si, es mi casa. Nunca has estados en ninguna. Se ve reflejado en tu rostro que solo has estado bajo los techos de la destrucción. Esto es una casa, un hogar donde existe el afable descanso.

El niño:
Nunca había estado en un lugar así. Me impresiona. Parece cómodo. No se como explicarme. El silencio. No se escucha el estruendo tormentoso de las bombas, de las metralletas.
Yo me críe sin mis padres en un campo de militares. Dormíamos en el suelo-uno junto al otro- con la frialdad de la noche y con única lumbre la luna para hacernos hombres.

Anciano:
(Sus ojos eclosionan en tristeza)
Aquí, en mi casa, eso que me cuentas es intangible. Aquí solo hay calidez y amor. Eres huérfano y no sabes nada de la vida. No sabes nada del amigo, de lo que es un hogar. Aún no has erupcionado. Aún no has evolucionado. Solo te inundan pantanos y estás eclipsado por la mentira de esos que dicen ser tus superiores. ¡Qué frágil eres¡ Ven. Aproxímate a mí. Dame tu mano y verás que no soy mármol frío, gris.

El niño:
Me haces dudar. Hay aquí tanto silencio y afuera…Es acaso así la paz.
(el niño se acerca al anciano y le tiende la mano)

Anciano:

Sí. La paz es así. Es alianza de los seres que no se destruyen entre sí. Es como un océano cuando su calma resurge y nosotros maravillados lo observamos en un atardecer, en un amanecer.

El niño:
Me gusta la paz (suspira)

Anciano:
Bien. Bien estas caminando.
El niño:
Nunca había sentido la paz. Esta constelada bahía que desemboca en un firmamento acogido de espléndidos astros. ¡Este hogar¡ Tan cómodo. ¡Tú mano¡ tan suave. ¡Tus palabras¡ Son tan suculentas y a la vez en su tono marca seguridad y dulzura. ¡No hay gritos¡ ¡No hay muertes¡ ¡No hay fétidos olores¡ Solo, el longevo callar de la bestia.

Anciano:
Sí. Aquí la bestia negra con sus campos de minas y metralletas no incurre. No conoces tu vida. Nunca la has conocido. Te han eclipsado la verdad para no más que ser bala que desangra los corazones, los sesos, los vientres.

El niño:
Comprendo. Robaron mi personalidad antes de que yo, por mi mismo, pudiera tomar decisiones.

Anciano:
Si pequeño. ¿Quieres te?

El niño:
Si amigo mío.

Anciano:
Te observo y veo la madurez prematura en ti. Pero te queda mucho por aprender.

El niño:
Si amigo mío. Soy ya el mañana. El ayer no lo vi. El hoy eres tú.

Anciano:
¿Y tus compañeros? Son de la misma edad que tú.

Niño:

Sí, más o menos. Ahora me vienen a la memoria cuando una macabra pesadilla se embarca en sus sueños cuando descansan. ¡Chillan¡ ¡Sudan¡ Corren hacia al abismo hasta caer en un rincón con el temor en sus ojos. Otros, las enfermedades de la mente los hacen evadirse por precipicios donde rocas afiladas y malignas acaban con sus vidas. ¡Los siento¡ Brazos amputados, piernas cortadas, muertes inútiles.

El anciano:
¡Oh, que horror¡ ¿Y tu puedes descansar? ¿Alguna vez has tenido un plácido sueño?

Niño:
Yo no duermo, sabes. Mis sueños se mezclan con el delirio como si una plancha de hiel cayera sobre mí. Mis sueños son corrosivos. Me asustan sus gritos, esos alaridos que en el descanso estremece las carnes de otros. Pero yo callo. ¡Me asusto¡ Pero yo callo cuando en la noche de una luna turbia y amenazante yazco al lado de sus almas dolidas. ¡Me torturan¡ ¿Cómo poder soñar algo agradable? Solo soy invierno eviterno, malpaís que he de pisar y pisar. Y, cuando despierto, se interrumpe la pesadilla y soy realidad de ella.

El anciano:
Solo eres eco de la aberrante bestia. El martirio y las pesadillas desfilaran por tus sienes el resto de tu vida.¡Serás guarida de guadañas¡ ¡Serás absorción del grito del dolor¡ ¡Serás solo féretros flotantes en tus sueños¡ No querrás dormir cuando la paz te tizne con sus alas de colores, te carcomerá el sufrimiento que agota a la alegría. Habrás muerto o ya estas muerto. Muerto por la terrible guerra. ¿Dónde está tu niñez?

Niño:
Mi niñez dices. La rabia de los perros muerde mi mente.

Anciano:
¿Vale la pena?

Niño:
El que.

Anciano:
De lo que el viento del ayer y el presente se ha llevado de ti sin que tú te hayas dado cuenta. ¡Estas heridas que tienes ahora en tu alma¡ De verdad, ¿vale la pena?

Niño:
No. No vale la pena. Ahora lo veo. Ahora soy capaz de tocarlo. Esos nubarrones de serpientes venenosas que me atrapan, que me asfixian. Tengo miedo. Mucho miedo. Mi amigo….
(se produce un silencio)

Anciano:
¿Qué amigo? ¿Qué le paso a tu amigo?

Niño:
El era cada día más pesadillas en el dormir, era más pesadillas del rifle, era más pesadillas de los gritos. Se odiaba. Ya no quería combatir más. No quería matar más. Se sentía débil, cobarde le decían. Hasta que una noche sus sesos volaron por el mismo.

Anciano:
La fatalidad de las guerras. Gentes destruidas en todos los ámbitos. Tanta venganza, ¿para qué? Para destruir, para destruirnos. No hay más.

Niño:
Es el odio. Ese odio que ahora comprendo se va reventando en nosotros.

Viejo:
Ese odio se puede evitar. Podemos cambiar y esa transformación puede ser una fuente de luz para la paz. Por cierto ¿tienes novia?

Niño:
No

Anciano:
¿Acaso? En vuestro mundo no hay chicas.
Niño:
Si. Y las que lo son objeto de placer de los superiores. Solo hacen llorar y llorar y quejarse. Y las de nuestros enemigos son instrumento de violación, de duros golpes hasta la muerte. Ingerimos de su sexo con el dolor de sus sentidos, éxito para nosotros. Corren, huyen de esquina a esquina donde no tienen escapatoria. Son nuestras.

Anciano:
¿Por qué estas atrocidades? Me fatigo. Tus palabras me fatigan.

Niño:
¿Se encuentra bien señor?

Anciano:
Si

Niño:
Lo hacemos porque tenemos que mostrar nuestro valor, nuestra fuerza.

Anciano:
¿Qué sientes ante un ser indefenso bajo vuestra crueldad?

Niño:
Hombre. Nos sentimos hombres ante las suplicas de ellas. ¡Lamentan¡ ¡Gritan¡ ¡Lloran¡ Luchan sabiendo que todo es inútil. Las siento, las siento ahora mismo en su lamento, en su grito, en su llanto, en su dolor.

Anciano:
Endemoniados seres. La malignidad está en vuestros corazones.

Niño:
Es nuestro lema.

Anciano:
¡Escupe ese erróneo lema¡ Vuelve a tu niñez. Vuelve a ser humano. A ti te utilizan.

Niño:
Defraudaría a mis compañeros. Me llamarían cobarde.

Anciano:
¡No¡ No serás cobarde porque dejes las armas. Solo es cobarde el que mata por matar. ¡Por qué¡, insisto.

Niño:
Por qué nos hostigaron en el ayer que aun hoy son rumor y viven.

Anciano:

¡Ay el pasado ¡ Chorradas. Tienes que ver el presente, el mañana. El ayer es un error. No podemos continuamente ser vertiente de el, sobretodo de sus cosas malas. ¿Entiendes? Os vais pasar así toda la vida, generación tras generación. No, basta ya. La venganza es signo de infelicidad. Bajar la cabeza y daos la manos.

Niño:
Si hago eso me declaran cobarde o traidor a nuestras creencias. Me encerrarán en una celda sufriendo incontables calamidades y sufrimientos hasta la muerte. Hasta la muerte.

Anciano:
Mentes cerradas. Mentes obtusas. Huye, ¡huye…¡ Refúgiate en otro lugar donde la paz sea bandera que se alza. Necesitas ver otras tierras, otros hombres, otra manera de pensar. Descubrirás el amor en lugar de sangre en sus miradas. ¡Hazlo¡ ¡Huye¡ No mires atrás, no escuches más la muerte de forma cruel, aberrante.

Niño:
Si huyo, estaré solo. Solo y aislados. Moriré en ese frío detestable.

Anciano:
Yo te apoyaré. Seré tu bastón para que veas la realidad.

Niño:
Acaso ¿no es esto realidad?

Anciano:
No. ¡Esto no es la realidad¡ Basta ya. Te han inculcado mentiras, mentiras

Niño:
Soy duda.

Anciano:
Aparta la duda

Niño:
Soy tropiezo

Anciano:
Aparta el tropiezo.

Niño:
A quien creer.

Anciano:
A tu corazón has de creer.

Niño:
Me siento derrotado.

Anciano:

No. No te sientas derrotado, caído. Enlázate a los consejos de tu alma y verás el camino que has de tomar.

Niño:
Si. Mi alma dice del terror que carcome mis huesos, mi mente.

Anciano:
Huye de todo eso. Zanja lo que es desagradable para ti. Sálvate.

Niño:
La amistad, el amor, la fraternidad. Me salvas tú. Y, ¿Cómo?

Anciano:
Yo. Yo te ayudaré a ser persona, a ser humano.

Niño:
¡Me quedo contigo¡ Porque desprendes un cierto aroma pacífico. No hay mala sombra en tu mirada.

Anciano:
Te tratare como un hijo, como un amigo, como un hermano. Como tú quieras. Bailarás con la vida a medida que poco a poco vas reconstruyendo tu ser.

Fin
El niño y el anciano. El anciano y el niño. Consciente son del manantial de la felicidad. Son verticales a la esperanza liada por la amistad.