domingo, 21 de agosto de 2016

VIENE...

VIENE...

DUNIA SÁNCHEZ
Viene la caída de la tarde con su torpeza húmeda. Cada movimiento son gotas de sudor que se arriman a mis muslos, a mis senos. Siento agotamiento. Y ahí, frente a mí, la mar en su grandiosidad. Pero hoy no tengo ganas…¡maldita la negatividad de sumergirme en su cuerpo azul, verde, gris¡ Mientras observo la ausencia del oleaje, la ausencia de unas palabras que anuncien la complicidad de las miradas, de las manos que al unísono erosionan toda pisada rebozada de contrarias andaduras.
   Un calderón se arrima a la costa, cae en la arena en su último halito de libertad. Yo ante él.
XX:
 He venido aquí con la enmarañada secuela del hombre.  He venido para fallecer en las manos de esta arena: tersa, agradable. He perdido a mis compañeros, a mis compañeras en las travesías por este globo turbio, de un ambiente que mata, que daña de manera irreversible las mareas. Estás ahí, fija, mirándome. No sabes que hacer. Déjame que muera en paz, así, solo con el acogimiento de una luna que dará brío en otra dimensión distante a la vuestra.
çYY:
No puede ser. Una ballena moribunda. No se deja atender ¡Qué hacer¡ Vamos amigo, surmejárnonos  en la extensión de este océano. Yo iré contigo.
XX:
Mis fuerzas son nimias, caídas, aletargados bajo el influjo de la vida. La nada me ronda, me hiere. No puedo.
YY:
Si que puedes. Pediré ayuda, una ayuda que nos lleve a las profundidades de las mareas.

Y pidió ayuda. Agitada en su avance con celeridad llamo a las gentes que por allí pasaban y olisqueaban ante la oscuridad cercana. Le llevaron hasta las aguas espumosas de la libertad. De repente se sumergió en medio de las miradas y ella también. Se alejaron en el gigantesco y bello océano.
YY:
Estamos juntos en lo hondo de esta sábana arrugada azul. Es noche de luna. Respiro y vuelvo otra vez a ti.
XX:
Sí, juntos. Gracias amiga. Agárrate fuerte a mí y nunca te separes. La muerte es espejo hueco que no me interesa ahora penetrar. Estoy bien así, contigo.
Zz: iac…iac. Surco los mares y que encuentro una mujer y una ballena. Van juntos ¿a dónde? iac …iac. Parecen felices. Me acercaré a ellos. Buenas noches, permitir ir en vuestro viaje ¿A dónde vais?
YY:
Ha ningún lugar. Solo el sentir la frescura de este océano, solo el sentir el amor por la madre naturaleza . Ella nos dirige. No sabemos cuál será nuestro final. Alguno habrá porque no somos eternos. Eternos son los instantes que saboreamos con nuestros seres queridos sea de la especie que sea. 
Zz:
iac…iac. Voy con vosotros. Más allá del horizonte existe un paraje exquisito donde las palmeras dan sombra a nombres anónimos.
Xx:
Eso. Me gusta la denominación de ese sitio. Sí, somos anónimos a los ojos escarchados de crueldad, a la huída masiva de almas hacia un destino incierto, a la masacre del medio natural.

Y llegaron a la isla de las sombras de los nombres anónimos.  El calderón se quedó en el océano, vigilante, catando los movimientos de ella y la gaviota. En la orilla huesos y más huesos de formas distintas, de seres llevados  a la ventura hasta llegar al descanso, a la paz.
YY: Me reactiva está ínsula en medio de la nada. Solos. Sí, fuera de toda proyección influjo de la demolición de las buenas artes de la nobleza de los corazones. Dime Zz que haremos aquí. Noto un cierto olor agradable, atrayente.
ZZ:
Iac…iac. Es la fragancia de los espíritus que vagan en silencio. Es la voz muda de la apacible venida de la libertad. Aquí encallan. Aquí se refugian de las tempestades tenebrosas del egoísmo que aflora en este mundo. Niños, mujeres, hombres se condicionan en el vaivén de sus derechos asumiendo el bienestar  que nos ofrece este pedacito del planeta.  Ahora me voy con Xx, te dejo.
YY:
Sola. Calladas maneras de estar bien consigo misma. Ahí, a lo lejos el calderón y la gaviota. Me protegen….así, en la distancia. Aquí echaré mis raíces, me liare en lo profundo de esta arena y seré sosiego, calma sin que nadie difumine mis huellas de lo que soy y seré.
Y se quedó en la isla. Sí, se quedo con los afluentes que crean beldad, con las almas que flotaron alguna vez aquel retazo de paz, con ZZ y XX como vigías de sus singladuras por allí. A lo meses alumbró otro ser, medio ave, medio mamífero marino, medio humano. Y sus ojos alargaron la felicidad en sus juegos.

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