domingo, 23 de abril de 2017

CAPÍTULO 17. ELLAS..



CAPÍTULO 17. ELLAS..
DUNIA SÁNCHEZ
17

No hace más de unas horas que he vuelto a casa, ya me voy. Con hombros caídos resbalo en la ciudad hacia mi taxi. Conducir y conducir…girar el volante, marcar el embrague en los cambios de esta monótona urbe. Calles somnolientas en el invernal roce del domingo. A quién subiré…quien se postrara en el asiento y me dará la señal a donde quiere ir. La blusa que llevo es azul, no me gusta pero está planchada, limpia, su aroma me lleva hasta mi mujer. Comprendo su hastío, su hostil vida entre esas paredes blancas. Ella sola todo el día, solo cuando los niños le vienen un halito de alegría contagiosa. Me viene ahora a la cabeza su rostro, relajado, ensimismado en ellos. Gracias a los pequeños resurge en cada despertar.  Aguanta…aguanta mujer. Tuve que dejarla que ella fuera trabajar pero llegamos a un acuerdo. Tu o yo…yo o tu…los niños no pueden crecer, educarse en el tildar de los desiertos que se perciben actualmente. Necesitan a la madre, al padre o lo que sea cercano a ellos para erupcionar como hombres, como mujeres. Hoy no he descansado mucho será esa asquerosa bronca. Siempre igual. Pero sé que me quiere, sé que la quiero solo momentos de irá balanceada por el silencio de nuestros ojos. Poco nos vemos solo un hola y adiós…un adiós y un hola. No, no hacemos vida. Trabajar y trabajar para la verticalidad de los años futuros. Hoy no hay nadie en las aceras. Todo huele a muerte, una muerte que no sé por qué se encumbra en los días festivos. Enciendo la radio. Una voz dulce me llena. Quiero regresar a casa y lo hago. Retrocedo, aparco. Subo escaleras, siento el rumor de los niños que ya han despertado. Aquí estoy querida mía ¿Y los niños? Ella hace como que no me escucha y sigue cosiendo y cosiendo alguna ropa de ellos. Yo los oigo…¿Y los niños? Nada, voy hacia donde están ellos. Papi, papi…me dicen. Están jugando, saltando en sus camas mientras se tiran las almohadas. Sonrío. Están contentos. Vamos pequeños, vamos a dar un paseo…en el taxi, en el taxi…me dicen. De acuerdo, contesto gratamente y nos retiramos fuera de la casa. La invito a medir. Sigue muda, orgullosa. Pero sé que me ha perdonado. Espléndido es el día. Un astro rey chillón llevándose al frío metálico. Pasearemos bajo el. Cada uno por un lado me coge de la mano. Para ellos esto es gozar y sé también que para ella también. Siento que alguien nos persigue, sin miedo miro para atrás. Es ella que también viene. Viene con prisas hasta alcanzarnos. Le pregunto a donde quiere ir y no responde, le da igual en condición de estar todos juntos. Suplico a esta bóveda celeste mantenerse tal como está. Qué el sol no se vaya, luminosidad limpia y agradable para la dureza de esta estación. Miro a mis hijos, nunca los había visto así. Ella y yo…yo y ella y nuestros hijos. La dicha recae sobre mi espalda y me hallo en plenitud. Todo va bien. Hemos decidido no montar en el taxi sino caminar hasta el parque más próximo, allí tomaremos un café mientras los niños se divierten en los juegos, en lo que exista. Orbitar a la lumbre de su mano, de su mirada. Mi dama, mi esencia en las sombras de lo que se va escenificando, pasando. Fotogramas ...del hoy…

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