domingo, 12 de noviembre de 2017

SIN MÁS...

SIN MÁS...
DUNIA SÁNCHEZ
Sin más arremetió contra la mesa. Esa mesa de dibujos imperfectos ahora estaba vacía. Se sentó, se desabrochó el cuello de la camisa y suspiro. Tantas estaciones de lunas rotas por el quehacer vago de las horas. Todo estaba perdido, eso pensaba él. Hoy no silbaría cuando los pajarillos retozaran en su balcón de geranios mal heridos por una vejez presente. Pero su alma aun inhalaba el aliento de aquella juventud ida. Salió de su casa dejando la puerta abierta. Si abierta para que aquellos garabatos de años desaparecieran en el conjuro de la luna. El bullicio de gente en la calle era demoledor para sus sentidos pero había algo, sí, algo…la música de otros lugares tomaba un escenario amplio de la vida, de lo que queda por hacer. Se detuvo y un cierto remordimiento lo atizaba para que retornara…si, volver a esa vieja casa de puerta abierta. Entró, todo estaba en su sitio. El olvido es quejumbre que nos deshereda del aire que se respira. Solo, cansado se fue a la mesa y se sentó. De nuevo se desabrochó el cuello de la camina y  el comienzo de su última obra. Sus manos temblorosas lo llevaban a un pincel y la oscuridad de sus ojos a tonalidades grisáceas. Ya está bien, se dijo. Se dio la vuelta y visualizó una maleta, una maleta heredada de no sabe quién. Llevaba ahí años y años, tantos que su superficie estaba todo agrietada. Ya no hay tiempo, se dijo. Metió sus últimos dibujos en ella y se fue dejando la puerta abierta. Miro la luna, una luna llorona, ausente a sus pisadas entre los viandantes. Otra vez escuchó el concierto, otra vez se detuvo. Abrió la maletas y ojos de buitres se aproximaron mientras el caía, caía en la nada.

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